Justo antes de cruzar por aquella pila de escombros – últimos suspiros de una ciudad en ruinas- decidió escribir la siguiente nota:
“Entre los adoquines polvorientos de esta ciudad -adoquines cubiertos de tierra y recuerdos - te dejo esta nota, con el ultimo aliento de una esperanza desgastada, cansada te dejo esto para que sepas que las ganas de saber de ti siempre estuvieron - siempre han estado - que para calmar mi sed te construí en mi cabeza, confesando que de vez en cuando te visitaba, te veía feliz y tranquilo y eso me tranquilizaba… Supongo que fue la única formula que encontró esta alma mía para seguir adelante, y yo la deje, no puse resistencia, ni menos conjeture explicaciones sobre el porque de aquella acción, solo viví así, solo te hice vivir en mi… Me construí, crecí, pero siempre falto algo, creo que siempre faltas tú, camine en línea recta hacia mis planes, sin vueltas, sin giros ni desvíos, pero con un pie…
Espero encuentres esto, espero que todo este bien…”
Dejo aquella nota bajo una piedra a las afueras de aquel templo en donde otrora habitaran grandes Dioses y sin mirar atrás avanzo, tenia claro que esta vez el camino era difícil y lo que se ponía en juego no eran ensoñaciones de mundos mejores, sino la realidad, aquella realidad mezquina que mata y engaña, aquella que debía enfrentar sola, esta vez no existía mas que solo una batalla y que la derrota no era una posibilidad, no esta vez…
